La reverencia es el primer elemento de la religión. Solamente puede ser observada por aquél que tiene las miras correctas de la grandeza y santidad divinas, y que a la vez, tenga el carácter correspondiente delante de Dios. Un hombre famoso dijo: "Que los padres aprendan a no dar riquezas a sus hijos, sino el espíritu de reverencia". La reverencia es una señal de fuerza; la irreverencia es la demostración más segura de debilidad. Ningún hombre subirá altamente en el curso de su vida si no respeta las cosas sagradas. El apóstol Pedro escribió: "Y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor" (2 Pedro 2.10,11).
En el Antiguo Testamento Dios dijo: "... y mi santuario tendréis en reverencia. Yo Jehová" (Levítico 19.30). "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano" (Exodo 20.7). "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da" (Exodo 20.12). "No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo. No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos" (Exodo 22.28,29).
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